martes, 23 de abril de 2013

Popurrí de vivencias de película


Hello!
Mil perdones por mi larga ausencia, he estado muy ocupada disfrutando todo lo posible, me queda muy poquito como sabéis, sólo mes y medio.
Hoy voy a seguir corroborando lo que he afirmado durante todo el año, sigo viviendo en una película, pero en vez de hablar sólo sobre un tema, voy a contar cosas diversas que me han pasado durante mi ausencia en el blog.
Hace varios días estaba en mi habitación y vi un mapache (racoon en inglés) fuera de mi habitación desde mi ventana, yo estaba muy emocionada, porque claro, no estoy acostumbrada a verlos todos los días. Así que cogí mi cámara de fotos (foto 3), y se lo fui a decir a mi host mum. A ella no le hizo mucha gracia, y me dijo que son bastante agresivos y desafiantes, y la verdad es que sí, no he visto criatura más pasota. Mientras intentamos asustarle, allí permaneció, impasible, desafiándonos con la mirada. Así que decidió llamar al exterminador de plagas y bichos en general para evitar que se asentara en el jardín de la casa.  Cinco o seis días después, la foto del mapache en una jaula me llegó al correo mientras estaba en el instituto.
Hace semana y pico estuve en Morgantown, que es una ciudad al norte de West Virginia. Está creada para la universidad únicamente, y se conoce por ser la segunda universidad de Estados Unidos con más fiestas, aunque también es una buena universidad. El campus es enorme, domina el eclecticismo arquitectónico, y está completamente tomada por los estudiantes (sobre 30.000 ). Algunos de los edificios se llaman fraternidades, sirven para sus reuniones estudiantiles y los estudiantes son sus dueños básicamente. Allí estaban afuera jugando al beisbol, bebiendo cervezas, y con las sillas y la música a todo volumen disfrutando del sol. La locura más grande que vi, fue el viernes a las 3 PM.  Había un chico sin camiseta tumbado en el techo de un coche, mientras el coche iba rápido cuesta arriba e incluso derrapaba, no sé donde acabaría el chico. También vi a cuatro estudiantes en un todo terreno sin puertas, con los pantalones tipo bañador de flores y música setentera a tope, me recordaron mucho a la serie de los Vigilantes de la Playa. Por lo que me contaron, también tienen la tradición de quemar sofás en la calle cada vez que su equipo de fútbol, que es bastante importante, gana un partido. Pero todo esto no quiere decir que la universidad sea de mala calidad, solamente que hay mucho universitario descerebrado.
El jueves pasado tuvo lugar en mi instituto una feria, que llaman the Spring Fair (la Feria de Primavera).  Cada club del instituto vende algún producto para recoger fondos para su club en un stand en el patio. Por ejemplo, el club de español vendió sandwiches de chocolate por un dólar. También vendían limonada, perritos calientes, hamburguesas, fruta con chocolate, muffins…, mientras que la banda del instituto amenizaba la fiesta continuamente. Todo esto ya es suficientemente americano, pero lo que más gracia me hizo, es que los alumnos podían tirar tartas (que básicamente era nata montada), a la cara de los profesores. Cada intento costaba un dólar, y si se la tiraban al director eran dos dólares. Por suerte yo no estuve entre los elegidos para recibir el tartazo en la cara (foto 1).
El último evento del que voy a hablar es de mi primera barbacoa en Estados Unidos a la que asistí. La organizaba un cliente de mi host dad y fue este sábado. La casa es enorme, con una cocina gigante con ventanas enormes y la encimera en medio, una mesa de billar en una de las habitaciones…, pero la barbacoa como es de imaginar fue en el jardín. Allí estaba el  dueño de la casa con una visera cocinando la carne  en una barbacoa a la que estaba unida un tractorcillo con cervezas entre hielos en el remolque y una banderita de EEUU (ver foto 2). Había unas 25 personas o así invitadas al evento, entre las que estaban vecinos y amigos de la familia, y como no, no podía faltar el perro también. Cada persona invitada llevó algo de comida o bebida, y los dueños aportaron la carne de la barbacoa y bebidas, dos señores mayores adorables tocando canciones típicas de West Virginia y canciones muy antiguas, y un castillo hinchable para los cuatro niños que estaban allí.
Como veis estoy experimentando todo lo posible, este sábado me toca el baile de fin de curso, os daré más detalles, pero por lo que me han ido contando ya,  parece que va a ser otra aventura memorable.
¡Hasta pronto!